lunes, 1 de junio de 2009

20. Inteligencia emocional II

Publicado el 1 de abril de 2009



Se ha preguntado alguna vez ¿Por qué algunas personas logran vivir bien aunque no sean las más destacadas por su inteligencia? ¿Por qué no siempre el alumno más inteligente termina siendo el más exitoso? ¿Por qué unos son más capaces que otros para enfrentar contratiempos, superar obstáculos, presiones y fracasos y ver las dificultades bajo una óptica distinta? Daniel Goleman dice que es porque esas personas han logrado desarrollar la inteligencia emocional.


La inteligencia emocional es el tema de actualidad dentro del mundo de las relaciones humanas, y es que, debemos reconocer que las emociones cercan nuestras vidas, las conducen y norman; piense por un momento y rápidamente se dará cuenta de que la mayoría de las decisiones están influidas o condicionadas por las emociones. ¿Compró su coche haciendo cálculos precisos de rentabilidad? ¿Eligió a su pareja porque objetivamente era la mejor opción?
En términos generales, la inteligencia emocional se define como la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los ajenos, de motivarnos y de manejar bien las emociones en nosotros mismos y en nuestras relaciones; se trata de obtener resultados positivos en el manejo de nuestras emociones lo que con seguridad nos brindará mayores posibilidades de mejora personal y de éxito social.

Según Goleman, autor de esta teoría, el primer componente de la inteligencia emocional consiste en tener un conocimiento profundo de nuestras propias emociones y descubrir de qué manera nuestros estados de ánimo influyen y determinan nuestro comportamiento; en este punto se trata de observar cómo actuamos dependiendo de nuestros distintos y variables estados de ánimo para descubrir los orígenes de nuestra conducta.

Una vez que conocemos nuestras emociones, el siguiente paso es controlarlas, me refiero a que debemos tener dominio de nosotros mismos para no dejarnos arrastrar por los sentimientos y las emociones del momento. Al respecto Aristóteles dijo en alguna ocasión: Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil; pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto, y de la forma correcta, eso no es fácil.
En este punto ayudan muchos las técnicas de relajación y de respiración, evitar que nuestros pensamientos se desboquen y nos precipiten junto con ellos a acciones de cuales después podemos arrepentirnos.

El tercer elemento de la inteligencia emocional es la automotivación, se trata de fijarnos metas y dirigir nuestra conducta hacia el logro de esos fines, no detenernos ni sufrir tanto por los obstáculos. En esto es necesaria cierta dosis de optimismo e iniciativa, de forma que seamos emprendedores y actuemos de forma positiva ante los contratiempos.

El reconocimiento de las emociones ajenas en fundamental, esto se debe a que las relaciones humanas se basan en saber interpretar las señales que los demás emiten de forma inconsciente y que a menudo son no verbales. El reconocer las emociones ajenas, aquello que los demás sienten y que se puede expresar por la expresión de la cara, por un gesto, por una mala contestación, nos ayuda a entender a las personas de nuestro entorno y a establecer lazos más reales y estrechos con ellas.

Finalmente debemos poner en juego todo lo anterior para establecer relaciones interpersonales adecuadas con todas las personas que nos rodean; cualquiera puede darse cuenta de que una buena relación con los demás es una de las cosas más importantes y benéficas para nuestras vidas ya que pueden conducirnos hacia el éxito social y laboral. En este punto no se habla de tratar bien solamente a los que nos son simpáticos, a nuestra familia, amigos o jefes, se trata de establecer relaciones sanas y favorables con todo aquel que de alguna forma o de otra se cruce en nuestro camino.

Un adecuado desarrollo de la inteligencia emocional nos permitirá mantener la calma cuando todo sea un caos, nos protegerá de los raptos emocionales en los cuales nos desbordamos y actuamos sin pensar y tomamos decisiones que no siempre son las mejores; nos ayudará a establecer y mantener las relaciones sociales que nos conducirán al bienestar personal, familiar, laboral y social.

La inteligencia emocional es una forma de pensamiento, una sabiduría que implica darnos cuenta de cómo actuamos, cómo controlamos nuestra conducta para que actúe en nuestro favor y de qué manera nos estamos relacionando con nuestros semejantes. Significa ser firmes en el reconocimiento de nuestros derechos y el de los demás y poder tomar decisiones difíciles poniéndonos en los zapatos de otras personas.

Por otra parte, estamos hablando de una capacidad que todos podemos desarrollar, porque todos tenemos la capacidad de aprender de nuestras experiencias personales y profesionales y aprovechar ese aprendizaje en nuestra vida diaria. Aplicar la inteligencia emocional implica ser perseverantes en nuestros propósitos, saber sobreponernos a contratiempos, fracasos y decepciones, favorecer la comunicación y la convivencia, evitar conflictos y frustraciones, facilitar las relaciones humanas y encontrar, por todos los medios, los caminos que nos conduzcan hacia el bienestar y la felicidad, que finalmente, es el motivo principal por el que estamos en este planeta.

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