A mi abuela, hermoso árbol lleno de frutos y bendiciones
Si, ya está aquí la navidad, y llegó con su enorme carga de buenos deseos, de mensajes de amor, paz y dicha, con felicitaciones sinceras y regalos, con familiares y amigos que se reencuentran y abrazan. Con un cargamento de sentimientos que surgen y chocan y salen despedidos hacia destinos opuestos. Llegó la navidad, la eterna navidad, la que entrega su mensaje de profunda espiritualidad, de reflexión y perdón, la navidad que reúne y mantiene viva la emoción y la inocencia.
Y cuando hablamos de la navidad, casi sin querer viene a nuestra mente el recuerdo de todas las navidades vividas: las más alegres, la de los mejores regalos, la que reunió a toda la familia, aquella en que no paramos de reír, la del tío Luis que disfrazado de Santa Claus entregó regalos a los primos y alegría a todos.
Y también, sin darnos cuenta, llegan a nuestra memoria las navidades más tristes, aquella en que nos sentimos afligimos por los que se fueron, o aquella otra, cuando evocamos situaciones y compromisos que dejaron de existir; y las navidades que tuvimos que pasar lejos del hogar y la familia.
La navidad es así, siempre llena de sentimientos encontrados, es la alegría y la nostalgia, el reencuentro y las despedidas, la reunión y la soledad; La navidad es una mezcla de emociones que nos llevan hacia todas partes pero que finalmente nos conducen y acercan hacia las personas que más amamos, hacia caminos de gratitud y perdón, de paz y armonía, hacia el rescate de las cosas más valiosas que atesoramos en el corazón y que generosamente entregamos en esta época.
Podemos decir que la navidad es un sentimiento, distinto a todos, mejor que todos tal vez, pero por encima de ese sentimiento, está el mensaje de amor de la navidad; el mismo mensaje que se ha repetido cientos de veces durante dos mil años pero que no deja de ser nuevo, actual, vigente en el tiempo, que muchas veces no queremos escuchar pero que siempre está presente como una llamada de atención, como un recordatorio de lo que somos y lo que deberíamos ser.
La navidad nos habla de la encarnación del Hijo de Dios, el Verbo hecho carne y habitando entre nosotros, Dios presente en medio de la humanidad a través del Hijo, ese es el mensaje que debemos dar y recibir, esa es la Buena Nueva, ese es el anuncio. La interpretación es íntima es personal, es un llamado al espíritu, un susurro al oído, un clamor apagado pero que lucha por ser escuchado.
Por ello, debemos darnos un tiempo a la reflexión, para identificar el mensaje único que la navidad trae para cada uno de nosotros, para encontrar las respuestas, los significados, el sentido místico que se nos ofrece, para descubrir la voluntad divina que debemos transformar en práctica congruente, en hechos concretos, en plan de vida.
La navidad es una ocasión ideal para recibir como un regalo el mensaje de amor y esperanza que emana del nacimiento de Cristo, para convertirnos en un pesebre viviente donde renazcan sentimientos positivos, intensiones buenas, actitudes nuevas. Donde se propicie y facilite el reencuentro con lo mejor de nosotros mismos y podamos proyectarnos amorosa y generosamente a nuestros semejantes, donde podamos redescubrir las cosas que le dan valor, sentido y dirección a nuestras vidas, donde podamos amar, soñar, compartir, renovar esperanzas y realizar nuestras ilusiones.
La navidad, es el espacio para recordar nuestros mejores años de la infancia, el mejor tiempo de nuestra inocencia, la que nos llevó a hacer y rehacer muchas veces la carta a Santa y nos inducía a portarnos bien ante el temor de no recibir regalo alguno, la que hizo que Juan viera a los verdaderos Santos Reyes, de turbante y túnica oriental, dejándole juguetes, la que brilló en los ojos de Mildred al pensar que era el verdadero Santa Claus el que descubrió en el portal de una casa en el barrio de San Román.
La navidad, siempre la navidad, la que hace revivir los recuerdos y las emociones que nos acercan a los familiares y amigos que están en la distancia, la que hacer surgir de muy adentro los mejores deseos de felicidad, amor y bienestar, la dulce y alegre navidad que llega y se nos ofrece para disfrutarla y vivirla en la sencillez e intimidad de la familia y de las personas que están tan cercanas a nuestros afectos. La de la solidaridad, la de todos los colores y todos los sabores, la de la alegría y la nostalgia, la de sentirnos en paz con Dios.
Por todo eso, mi deseo es que el mensaje de la navidad haga renacer los viejos anhelos de paz y amor, dicha y prosperidad y los mantenga renovados de esperanzas y vigentes en el tiempo; y que el dulce niño Jesús nazca en sus corazones llenando de luz, alegría y bendiciones su hogar durante el año venidero.