Alguien alguna vez me aconsejó “trata de integrarte a la naturaleza”. En ese momento no le di mucha importancia a esa recomendación, pero por alguna extraña razón nunca la olvidé y desde entonces he intentado seguir ese principio, no conocía los caminos para lograrlo, pero gradualmente fui entendiendo y comprendiendo.
En esos tiempos jóvenes yo me sentía más apegado a la tecnología que a la naturaleza; para mí era de mayor importancia contar con una televisión, un teléfono y un buen automóvil que hacer algo por los ríos, el campo y los árboles; por otro lado los animales nunca me gustaron mucho. Sin embargo algo en mi mente hizo que esa idea de integrarme a mi hábitat resultase significativa para mí, por lo que me pareció inevitable intentarlo.
Debo esclarecer que el consejo vino sin su correspondiente instructivo de operación, es decir, no me explicaron cómo realizar los quehaceres que me permitieran lograrlo, cuáles debían ser las condiciones ambientales óptimas, cuándo debía intentarlo y hacía dónde debía mover mi ánimo para conseguirlo más fácil y rápidamente.
Entendía que el asunto se relacionaba con la tarea de armonizar con ella, compenetrarse de sus leyes y vivir de acuerdo con éstas; asimismo, se vinculaba de manera estrecha con la realización de acciones que evitaran la contaminación y la destrucción del medio ambiente y que a su vez, fomentaran la preservación de los recursos naturales y las numerosas especies que habitan en él.
Por otra parte me queda muy en claro de que mi cuerpo está hecho con los mismos elementos naturales de que están construidos los árboles y la hierba, los pájaros y los demás animales. Todos estamos conformados por el mismo tipo de átomos y moléculas, dado que la esencia es la misma, no debía tener problemas para armonizar. Sin embargo no lo conseguía.
Para complicar un poco las cosas, yo no quería limitarme exclusivamente a la práctica de acciones tan concretas como no tirar basura, sembrar arbolitos, reciclar, evitar aerosoles y cosas como esas. Yo quería una integración más plena, más estrecha, más espiritual. Entonces empecé a tratar de ajustar la velocidad con que respiro al ritmo en que llegan las olas a la orilla de la playa. No funcionó.
Más tarde conocí algunas formas orientales de pensar y vivir; el Feng shui trata de cómo reacondicionar y decorar tu entorno para permitir que la energía fluya naturalmente y beneficiarse de ello. Eso me pareció muy bueno y adopté algunos elementos y adapté otros.
Tao es el nombre que se da al orden natural, su objetivo es enseñar al hombre a integrarse en la naturaleza y fluir en ella, a constituirse en sí mismo en concordancia y armonía con el medio natural. Incluí algunas enseñanzas a mi vida sin embargo la mayoría de sus métodos me parecieron muy radicales (de seguirlas textualmente terminaría convertido en ermitaño).
Opté por permitirme acercamientos importantes con la naturaleza para tratar de que ese contacto me ayude a experimentar en carne propia los ritmos naturales. Acudí con más frecuencia al mar y al campo y trataba de escuchar algo, de percibir alguna señal, de captar algún impulso que me permitiera saber que estaba concordando con el medio ambiente, que por fin podía sentirme parte integral de él.
Finalmente fui entendiendo, armonizar con la naturaleza no implica recibir señales sobrenaturales ni tiene relación con impulsos metafísicos sobrecogedores o cosas de ese tipo. Integrarse al medio ambiente tiene que ver con encontrar el lugar que como seres vivos ocupamos en el conjunto de las cosas naturales.
Ese lugar es el de reconocernos parte de ella y aplicar las habilidades propias de nuestra especie en su favor, nuestro lugar es el de pensar y poder realizar las cosas que un árbol, una piedra, el mar o un animal no pueden hacer. A los seres humanos nos corresponde ponernos de acuerdo con la naturaleza, apoyarla y responsabilizarnos para no quebrantar su equilibrio.
Hasta que reconozcamos nuestro lugar y lo ocupemos gustosos y conformes, cuando permitamos que la naturaleza fluya espontáneamente y no interfiramos en su curso natural será entonces que empezaremos a sentirnos en comunión con la naturaleza; ni distintos ni iguales, ni mejores ni peores. Parte de ella.
Entonces dejaremos de sentirnos extraños y ajenos a las cosas naturales, nos encontraremos, nos reconoceremos y nos reintegraremos a ella y comenzaremos a armonizar, a sentir su cadencia en nuestro interior y a disfrutar de ella. Yo creo que ese es el camino correcto para favorecerla y preservarla y para lograr que este planeta siga girando plácidamente en torno al sol.
Toy muy de acuerdo con la conclusion a la que llegaste. Y segura que la naturaleza se puede disfrutar de manera simple y en lo cotidiano. Al volver del trabajo siempre me detengo unos segundos a apreciar los aterdeceres (siempre maravillosos y distintos) o la luna (este como este siempre es genial)o ese dia que la mas pequeña de mis hijas se desperto tipo 6 de la mañana por una pesadilla y al pasar por la ventana vi un arcoiris doble super nitido el cual disfrute muchisimo y lo plasme en fotos! Ni que hablar de las vacaciones en el mar, la montaña y la posibilidad de corretear con mis hijas entre los arboles o simplemente en la vereda de casa percibir el crujido de las hojas secas en nuestros pies, chapotear en un charquito bajo la lluvia, o el perfume de las flores del jardin del vecino o el pajarito que canta sobre la rama, etc. La naturaleza esta en lo cotidiano y solo depende de nosotros disfrutarla de manera conciente!
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