domingo, 7 de junio de 2009

24.¿Porqué no ser amables?


Publicado el 10 de mayo de 2009



Mayra llevaba más de 30 minutos de espera para pagar en el supermercado, de pronto un individuo y su esposa, sin previo aviso, se introdujeron en la fila, justo delante de ella. Al reclamo correspondiente, ambos respondieron con absoluta falta de amabilidad, para decirlo en forma literal, contestaron con grosería y desvergüenza. Mayra fue prudente y para no exponerse a una agresión física, terminó por ceder a la descortesía, pero en su mente surgió una interrogante definitiva: ¿Por qué no ser amables?

Lo expuesto en el párrafo anterior es un hecho real, sucedió hace algunos días en un conocido supermercado de la ciudad, el hombre en cuestión y su esposa demostraron en forma descarada, su absoluto desprecio por las normas elementales de amabilidad y respeto. Lo realmente preocupantes, es que este hecho no es aislado, si ponemos atención al comportamiento diario de las personas (incluso en nuestra propia conducta) descubriremos que la amabilidad es un valor que desgraciadamente está a la baja.
En su concepción original, amable significa “digno de ser amado”, en la Roma antigua se consideraba amable a la persona que se comportaba de un modo tal que inducía a los demás a que lo amen. Nuestra amabilidad, la que practicamos hoy día, se alejó del rumbo de los sentimientos y se implantó en el terreno de las actitudes, de las formas y el respeto a las normas de conducta.

Ya establecida en este ámbito, la amabilidad se constituye como un modo habitual de ser y comportarse, como la forma de prodigarse a los demás afectuosa y complacientemente. Su finalidad principal es mover la conducta de las personas para que nos respondan de la misma forma y por lo general, si somos afables con las personas, ellos nos retribuirán con cortesía.

Viendo las cosas de esta particular óptica, ser amables facilita la vida, hace que se abran muchas puertas, permite la convivencia armónica, propicia la oferta de oportunidades, genera el reconocimiento, los favores y la gratitud de los demás. Una persona amable es bienvenida en cualquier lugar.

Las bases que darán como resultado el establecimiento de la amabilidad como norma de conducta y valor socialmente aceptado deben surgir necesariamente en el hogar y continuar en la escuela; son los padres y maestros los responsables de introducir a los hijos en el respeto a la dignidad humana y a los derechos de las personas que están en su entorno, en la consideración a las necesidades y la atención y el reconocimiento que merecen los que nos prestan un servicio.

Y por supuesto, si un niño no tiene la guía adecuada que lo introduzca en el mundo de la cortesía, civilidad y la generosidad, será muy difícil que al convertirse en adulto pueda comportarse de acuerdo con las pautas que rigen el arte de ser amable; esto explica el porqué algunas personas actúan como verdaderos groseros, auténticos patanes, genuinos malcriados y legítimos mentecatos, por supuesto que nadie quiere tener tratos con personas de esta triste categoría.

Por el contrario, una persona amable, cuidadosa de las formas, atenta y considerada con las personas es querida y respetada por todos, apreciada a cabalidad y bienvenida en cualquier lugar, esto último se convierte inmediatamente en un importante atributo personal.

Por ello debemos derrochar amabilidad, ser cordiales, tratables y accesibles con todo el mundo, empezando con la familia, amigos y vecinos, con las personas que nos brindan cualquier tipo de servicio, los desconocidos con quienes a veces tropezamos, los conductores de otros vehículos, las personas mayores, todo el que se cruza en nuestro camino merece nuestro trato agradable, cálido y afectuoso. Eso es lo justo y correcto.

Debemos aprovechar las ventajas del buen trato y los buenos modales, debemos hacer grato el día a los que nos rodean, volver a ser una comunidad amable y acogedora, cálida y placentera (esto pasa por las actitudes, las palabras y las sonrisas). La meta deberá ser, a partir de hoy, contagiarnos de amabilidad y construir entornos mucho más agradable para todos.

Tal vez nunca sabremos el nombre del individuo del supermercado con el que se topó Mayra ni las causas que motivaron su negativa conducta, pero lo cierto es que si hubiese solicitado amablemente le cedieran el lugar en la fila se lo hubiesen facilitado. Total, sólo estaba comprando 6 productos.

1 comentario:

  1. Gracias estimado Gerardo Oliva, por escribir ello, que me nutre y valora, a partir de este momento declaro que mi vida será con amabilidad y cortesía.
    Atentamente
    Martín Malca

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