Publicado el 20 de marzo de 2009
En esta ocasión sucedió en Alemania el pasado 11 de marzo, Tim Kretschner de 17 años, visitó su ex colegio por última vez y sin mencionar una sola palabra, se dirigió a tres aulas y comenzó a disparar en forma indiscriminada. Nueve alumnos murieron en el acto, tres maestras también sucumbieron a los balazos disparados por el asesino, ocho alumnas resultaron heridas y un adulto murió cuando el joven huyó del edificio. Posteriormente asesinó a dos personas más antes de ser abatido por la policía de la localidad.
Todavía nadie es capaz de encontrar una respuesta adecuada a una interrogante crucial: ¿Qué motivos puede tener un joven de 17 años, hijo de un empresario acomodado para realizar esta brutal acción? ¿Qué pasaba por su mente?
Si hacemos referencia a la conducta mostrada por el joven en el pasado y a la forma en que se relacionaba con las demás personas hallamos puntos contradictorios; por un lado varios alumnos del colegio, que habían conocido a Tim dijeron que no era ni bravucón, ni solitario o fracasado; se mostraba tranquilo y amistoso, incluso era agradable estar en su compañía.
Por otra parte, la prensa lo calificó como un muchacho aficionado a los videojuegos de contenido violento y señaló que había sido sometido a repetidos tratamientos por depresión y que se sentía rechazado por sus compañeros.
Seguramente en los próximos días surgirán nuevas versiones y nuevas explicaciones para el proceder de este joven, se especulará, se discutirá y se obtendrán algunas conclusiones; después se olvidarán del asunto hasta que dentro de algunos meses o años, otro joven cometa una acción similar, ¿Y mientras tanto que?
Si ánimos de sumar conclusiones, yo creo que este hecho tan concreto como brutal, ilustra de manera literal y precisa lo que sucede en una persona cuando no controla sus emociones en forma razonada, cuando se ciega y no puede pensar ante un secuestro emocional. Y precisamente eso, aplicar inteligencia a las emociones es la esencia de lo que Daniel Golemán llama inteligencia emocional, teoría dada a conocer en 1995 y que abrió todo un campo de investigación y una forma de pensamiento.
Goleman asegura que el ser humano tiene dos capacidades muy importantes: pensar y sentir. La primera se refiere a los pensamientos, las ideas, la razón. La segunda representa los sentimientos, las emociones. Estas dos capacidades funcionan al mismo tiempo y ejercen influencia una sobre otra. El desarrollo que tengamos en ambas capacidades va a dar como resultado el grado de equilibrio y bienestar que tengamos en nuestras vidas.
En este sentido, se afirma que un niño que demuestre su inteligencia en la escuela al obtener las mejores calificaciones no tiene asegurado el éxito en su vida laboral, relaciones afectivas y en general poder llevar una vida satisfactoria y plena. Puede llegar a ser un excelente cirujano y realizar operaciones muy complicadas y derrumbarse ante un divorcio o mostrarse incapaz de relacionarse adecuadamente con sus hijos.
Lo anterior da pauta para pensar que existe otro tipo de inteligencia, la que nos faculta para conducirnos correctamente en nuestras relaciones humanas y en todo a lo que se relaciona con las emociones y los sentimientos. Esa es la inteligencia emocional.
Sin embargo nuestras sociedades le han dado un especial fomento al desarrollo de los aspectos mentales dejando en segundo plano la educación y la expresión de los sentimientos y las emociones, a los niños incluso se les enseña a reprimir los sentimientos porque los hombres no lloran.
Ni en el seno de nuestras familias ni en las escuelas nos enseñan cómo ser buenos amigos y compañeros, cómo tener matrimonios exitosos, cómo desarrollar y cimentar familias unidas, cómo educar hijos felices; no nos enseñan a relacionarnos en forma adecuada con nosotros mismos para que podamos lidiar de la mejor manera posible con nuestros enfados, tristezas y fracasos.
En consecuencia tenemos sociedades con altos índices de problemáticas personales, con pérdida de valores, con hombres y mujeres que no le encuentran sentido a sus vidas ni a las vidas de los demás, con jóvenes incapaces de darle rumbo y dirección a sus existencias y que terminan atrapados en subculturas e influenciados por ideas, corrientes y tendencias ajenas a los valores aceptados por la humanidad.
En tanto se continúe dejando de lado la educación emocional continuaremos viendo crecer los índices de divorcios, violencia intrafamiliar, sexualidad en adolescentes, embarazos infantiles y otros problemas que son resultados de la incapacidad de las personas para relacionarse consigo mismas y con los demás. Y desgraciadamente, casos como el de Tim Kretschner continuaran ocupando espacios en las planas de los periódicos.
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