A quien me enseñó la dicha de
manejar una bicicleta Lo asombroso de todo, lo representa el hecho de que, manejar una bicicleta en el Paseo de la Reforma, no es algo extraordinario, inusual o que sorprenda a muchos en esta ciudad, por el contrario, es una actividad cotidiana y muy normal en esta parte de la capital de la república.
En las primeras horas de cualquier día laboral, es habitual ver a numerosas personas trasladarse en bicicleta por la importante y elegante avenida, y no, no están ejercitándose ni portan ropa deportiva, simplemente cubren el último tramo de su traslado hacia sus centros de trabajo y van perfectamente vestidos de traje y corbata los hombres o de medias y tacones las mujeres.
Yo también pedaleo alegremente en las mañanas rumbo a mi oficina, y no corro ningún peligro porque lo hago en los carriles de confinamiento para bicicletas ubicados en las laterales del Paseo de la Reforma, cerca de los automóviles pero al mismo tiempo con la seguridad de que no invadirán el espacio exclusivo para los ciclistas.
Lo que si es importante destacar es el hecho de que la mayoría de los que nos transportamos en bicicleta no somos dueños de la misma, utilizamos las que pone a disposición el sistema de transporte individual Ecobici y que nos renta por 300 pesos anuales.
Este modelo de transporte público individual para trayectorias cortas, de gran aceptación entre los capitalinos y de creciente demanda, fue adaptado de esquemas similares que se usan en París y Barcelona, considerados como los más exitosos en cuanto a su funcionamiento, operación y mantenimiento.
El sistema es simple: te inscribes en el programa, pagas la cuota que te da derecho a una credencial con la que acudes a las cicloestaciones; un lector óptico te asigna una bicicleta y te permite usarla hasta por 45 minutos, al término de los cuales la depositas en la cicloestación más cercana a tu destino (están repartidas por buena parte del centro histórico y colonias aledañas al Paseo de la Reforma) y eso es todo.
5 minutos después puedes solicitar otra bicicleta y conducirla por un periodo de tiempo similar, si no cumples con el lapso asignado corres el riesgo de que se te amonesten o suspendan la membresía y el privilegio de disfrutar de las dinámicas y versátiles bicicletas.
¿Alguien se roba las bicicletas? Desde que el programa empezó a funcionar en febrero de 2010 solo se han robado 2 de las mil doscientas bicicletas públicas, una cifra bastante baja para los estándares y la fama que se acarrea esta ciudad, mucho más si tomamos en consideración que los casi 30 mil usuarios inscritos en este programa realizamos un promedio de 8 mil 500 viajes diarios.
Esta cómoda, segura, ecológica, amigable, divertida y hasta romántica opción de transporte crecerá este año a casi 4 mil bicicletas y 65 mil usuarios quienes, apoyados por estudios de ingeniería de tránsito y en el establecimiento de vías de circulación confinadas, permitirán que se incremente el flujo de ciclistas.
Mientras todo eso sucede, yo continuo con mis recorridos en bicicleta, disfrutando del arbolado Paseo de la Reforma, conduciendo al lado de automovilistas que han aprendido a respetar a los ciclistas, o manejando sobre los amplios espacios para peatones, lo cual también está permitido, siempre que se respete la preferencia de las personas que caminan en esos lugares.
Si, es una visión distinta de la Ciudad de México, alejada de la imagen que se proyecta en las notas rojas de los medios de comunicación sensacionalistas, es una realidad alterna que se vive y se disfruta, una paradoja de los tiempos, un remanso de tranquilidad en el continuo apresuramiento y desasosiego que inspira y proyecta esta ciudad y la vida misma.
Ahí voy yo, con mi pedaleo sereno y relajado, conduciendo sin prisas ni sobresaltos hacia un destino conocido y con la certeza de que estaré bien al llegar. Mientras tanto, la ciudad pasa a mi lado, no me daña, no me empuja, no me acosa ni amenaza, simplemente transcurre suave y tranquila, como si ella también estuviera sobre una bicicleta.