Id por todo el mundo y predicad el Evangelio
Mc. 16, 15
Por fin regresó Mildred de las misiones, estuvo lejos de casa durante toda la Semana Santa pasada, no es que haya sido mucho tiempo, pero es que no estoy acostumbrado a estar tanto tiempo sin uno de mis hijos. Por otro lado, me gusta que mi hija se haya sumado al movimiento de Juventud y Familia Misionera y con ello, a la enorme tarea evangelizadora de la iglesia.
Al parecer y afortunadamente, la fiebre de misiones afectó a muchos, ahí estuvieron Iveth, Priscila, María Inés, Arturo, María Andrea y Alejandro entre más de 150 jóvenes y familias que decidieron dedicar la Semana Santa a llevar un mensaje cristiano a comunidades apartadas del estado. La experiencia, por lo que he podido constatar, resultó sumamente grata, enriquecedora y edificante para el espíritu y para la formación cristiana y humana de todos los que participaron en ella.
El movimiento Juventud y Familia Misionera es una organización internacional, formada por jóvenes y familias católicas que buscan colaborar con la iglesia en la nueva evangelización de la sociedad a través de la acción misionera. Sus orígenes se remontan al año 1986, aunque es hasta 1993 cuando queda formalmente constituida, con estatutos y metodología apostólica bien definida. Sus beneficios alcanzan a 30 países alrededor del mundo.
En Campeche, estás jornadas misioneras son organizadas por la diócesis con la participación de jóvenes y familias vinculadas a colegios católicos y, quienes en forma voluntaria, renuncian a sus privilegios y vacaciones durante una semana y alegremente se suman a las faenas de la iglesia. Las tareas evangelizadoras inician el domingo de ramos y concluyen el domingo de resurrección.
Durante esos días, los misioneros acuden y permanecen en comunidades rurales previamente seleccionadas, en ellas tienen a su cargo la catequesis y evangelización de niños, jóvenes y adultos, la promoción y salvaguarda de las devociones y tradiciones populares y el apoyo en las actividades conmemorativas a la Semana Santa.
El desprendimiento durante una semana de los elementos tecnológicos y otras comodidades en que está atrapado el joven pasa a ser algo demasiado superfluo frente a lo que representan los auténticos objetivos de las misiones. Al ir en la búsqueda de aquellos semejantes que aparentemente son tan ajenos a sus vidas y que viven en medio de situaciones distintas, el joven choca de frente consigo mismo y con su realidad y (muy posiblemente) encuentra los elementos que le permitirán crecer y madurar como ser humano, como ciudadano y como agente de cambio social, así como las oportunidades que le permitirán enriquecer, dar dirección, sentido y alegría a sus vidas.
En el aspecto religioso, la participación del joven en las misiones les permite formar parte activa de una dualidad benevolente, dado que, al mismo tiempo que los jóvenes acercan el evangelio y las tareas de la iglesia a las comunidades más apartadas, ellos mismos, en el trayecto, se van encontrando con el mensaje revolucionario de Cristo y con el plan que Dios tiene predeterminado para sus vidas, lo que les permite crecer como cristianos y católicos comprometidos. Este último punto representa la esencia y la riqueza de la labor transformadora de las misiones.
Por otra parte ¿Existirá una actividad que una más estrechamente a una familia que compartir la labor evangelizadora de otras familias? ¿Existirá un elemento de cohesión más fuerte, íntimo y enriquecedor que transmitir las enseñanzas de Cristo? No lo creo, en estas tareas, las familias se dan cuenta que además del amor los acerca la fe, la esperanza, la solidaridad y otros valores que permanecerán, los fortalecerán y los mantendrán unidos ante cualquier situación de crisis.
No todo está mal en nuestros jóvenes y en nuestras ciudades, la Juventud y la Familia Misionera presentan una imagen diferente y renovada de la sociedad que estamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación; trae en sí mismo, el mensaje de que es posible construir nuestras vidas y nuestras relaciones sobre bases diferentes, sobre cimientos sólidos y esperanzadores.
Mildred regresó muy contenta y motivada de las misiones, a toda velocidad transmitió sus anécdotas y vivencias, su alegría contagia y me hacen recordar experiencias similares en mi vida. Las misiones transforman, al evangelizador y al evangelizado, no me queda duda de ello. Por mi parte, ha quedado firmemente plantada la inquietud por conocer y formar parte de ese movimiento positivo, nutritivo y transformador. Soy un evangelizado más.
Las misioneras