miércoles, 16 de marzo de 2011

48. Recobrando la confianza

Publicado el 16 de marzo de 2011


Una respuesta para Laura
 
¿Cómo puedo seguir confiando en las personas?  Esa fue tu pregunta final; mi respuesta quedó en agónica y desesperante espera. No es una pregunta fácil, no existen fórmulas ni procedimientos específicos para reconciliarnos con uno de los más importantes valores que prevalecen en las relaciones humanas: la confianza.

Por ello he tardado todo este tiempo en contestar y porque además no tengo una respuesta precisa, exacta y correcta para esa pregunta (creo que nadie puede tenerla). Sin embargo, a través de estas líneas, aventuro un particular punto de vista; solo espero que la ligereza que pueda tener mi opinión pueda servirte en algo.

Sé que el año pasado fue muy penoso para ti, perder irremediablemente a seres queridos es duro, pero es mucho más difícil y triste cuando el drama familiar implica enfrentarse con la indolencia y la crueldad de la raza humana.

Comprendo que la suma de tantas desgracias esté generando sentimientos de rechazo y recelo y que todo eso te aleje de algunos valores básicos en las relaciones humanas. No obstante, es preciso que recuperes la fe y la confianza en las personas, que sin desfallecer y con todas tus fuerzas, busques y encuentres los caminos que te acerquen y reconcilien con la naturaleza humana.

Creer y confiar en los demás no es tarea fácil (especialmente si nos hemos sentido tan lastimados y heridos) pero es una necesidad individual y un reto personal, porque no podemos, ni es socialmente sano, aislarnos del mundo y recluirnos en nuestro claustro personal, mental y emocional. Debemos seguir viviendo y la gente forma parte de nuestro entorno.

Reconozco que existen muchas personas con intenciones dobles y solapadas, también hay quienes simulan amor y afectividad cuando sus fines son engañar, traicionar y destruir los más nobles sentimientos, desgraciadamente hay quienes llevan más allá su nivel de maldad; pero eso no debe cegarnos ante la bondad que persiste en el mundo.

Yo tengo la certeza y la firme creencia de que la mayoría de las personas son naturalmente buenas y dignas de confianza; también entiendo que en ocasiones es preciso ser cauto y asentar nuestra creencia en hechos que respalden la confiabilidad y la certidumbre en la buena voluntad.

La verdadera habilidad del ser humano estriba en distinguir la diferencia entre los que merecen nuestra confianza y aquellas personas de las que es preferible alejarse. En este sentido creo que debemos aproximarnos a quienes cuentan con una formación espiritual sólida y con valores claros, fuertes, definidos y principalmente, probados en la práctica.

Conviene estar cerca de las personas a quienes conocemos y reconocemos por sus obras más que por sus palabras, a las que cuentan con un historial de responsabilidad y apego a costumbres socialmente aceptadas y a las que han demostrado madurez, mesura y éxito en sus relaciones interpersonales

Previo a entrar en el proceso de recuperar la confianza, considero que debes reflexionar en las bondades del perdón, me refiero precisamente a los beneficios personales que obtendrás al dispensar las faltas. Suelta el daño y el rencor, no permitas que aquello que perjudicó el bienestar de tu familia te siga lastimando. Perdonar facilita el cierre de heridas y te reconcilia con el mundo.

Finalmente, los que se fueron ya están en paz, los que lo provocaron pagarán sus culpas, sea por la justicia humana o por la mano de Dios. En medio de todo eso estás tú y la que importa eres tú y la cantidad de confianza que tengas en ti misma. Recuerda que lo valioso en las personas radica más en lo que puede dar que en lo que espera recibir.

Sigue luchando amiga, reconcíliate contigo y con las personas; mantente íntegra, plena y perseverante ante los giros de la vida y el destino. Recupera tu fuerza interior y encuentra en ella la capacidad para tornar lo adverso a tu favor. Cree, ama, confía, lucha siempre por ser feliz y, sin descanso, busca a Dios, Él tiene las respuestas. Muchos saludos y mucha suerte en tu vida.  

domingo, 6 de marzo de 2011

47. Apuntes desde la Ciudad de México

Publicado el 25 de febrero de 2011


¿Por qué se ha de temer a los cambios?
Toda la vida es un cambio.
H.G. Wells

Mientras el camino avanzaba, atrás iba quedando Campeche, mi casa, mis afectos y mi particular forma de vivir; los lazos familiares me detienen pero el camino me llama, me atrae. La gran ciudad de México, sus grandes avenidas y sus zonas sombrías no reparan en mi llegada; nada cambia en ella, todo cambia para mí.

Yo nací en la ciudad de Campeche y siempre (salvo algunos años infantiles) había vivido en esa ciudad. Toda mi vida he estado cobijado y arropado por una enorme y afectuosa familia sanromanera; El mar siempre fue un marco esplendido para los sucesos que, para bien o para mal, marcaron mi existencia.

Mi historia está en Campeche; mis hijos, mis padres y las personas que amo están en Campeche. Mi casa, mi hogar y mi refugio también están en Campeche. Allá viven la mayoría de los amigos que elegí y con quienes he compartido las altas y bajas de la vida.

En Campeche está una particular y apacible forma de vida que me caracteriza y califica, allá está mi descanso y mi sueño, el amor y el desamor, la paz y la inquietud, los sueños rotos y las cálidas promesas. Todo está en Campeche. Pero entonces ¿Qué anhelos persigo en la enorme ciudad de México?

No fue un impulso lo que me hizo aceptar una promoción dentro del Instituto Mexicano del Seguro Social; no fue una ocurrencia, ni una idea fugaz. Tampoco fue un acto heroico o un sacrificio supremo dejar la quietud de Campeche para ir a enfrentarse a la vorágine que prevalece en la capital del país. Fue algo más interno, más íntimo.

Fue el deseo de cambiar, de modificar los escenarios que ya no llenaban mis expectativas y necesidades personales; fueron las ganas enormes de explorar mis alcances, de conocer y reconocer mis aptitudes y capacidades, de abrirme espacios en entornos diferentes, de encontrar y generar nuevas posibilidades de realización laboral y profesional.

En medio de todos esos deseos crecientes, y ante la amenaza de permanecer en la inamovilidad frustrante y aplastante, la vida y el camino me han conducido hasta esta ciudad lejana y ajena, árida y fría, colmada de gente y paradójicamente, solitaria, vacía e impersonal.

Pero esta fue mi elección, es este el camino que decidí caminar, es la nueva forma de vida que resolví vivir, son los espacios que escogí para culminar mis impulsos y aspiraciones laborales, son los sueños que un día quise soñar y vivir y disfrutar; es la tierra que debo descubrir, conquistar y hacer mía durante el tiempo que permanezca aquí.

¿Qué harías si no tuvieras miedo? Esa ha sido desde hace muchos años la pregunta que revolotea incansable por mi cerebro. Hoy me he liberado del miedo que paraliza, del sentimiento negativo que busca la permanencia en los espacios cómodos y agradables. Hoy he tenido el deseo creciente de modificar y revolucionar mis estándares de vida y creo que lo estoy consiguiendo. ¿Qué harías si no tuvieras miedo? Hoy yo ya tengo la respuesta, mi respuesta.